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Historia de una generación

Hasta hace poco, el aprendizaje de lenguas extranjeras se basaba en un método conocido como “gramática y traducción”, el cual tenía como credo la llamada filosofía del “memorizar y vomitar”.

Es decir, se consideraba que para aprender un idioma era necesario saber su normativa y, para ello, se empleaba una gran cantidad de ejercicios que hacían que Juan –23 oraciones de pasiva y 459 del indirect speech después– interiorizara la estructura del inglés para poder así aprobar el examen del “insti” y/o pasar de curso en la EOI emplearla correctamente. Sin embargo, este método se ha puesto en tela de juicio en los últimos años, siendo tachado por muchos de obsoleto y de poco útil a la hora de aprender un idioma.

Y es que Juan, que lleva pintando cenefas y espirales en los libros de inglés y haciendo los deberes del workbook 5 minutos antes de empezar la clase desde primero de primaria, ha decidido irse a trabajar a Dublín, en busca de oportunidades tras un año y medio en el paro. “Con el inglés que aprendí en la escuela me bastará“, piensa en el avión. La realidad, no obstante, no le da la razón. Justo al salir del aeropuerto tiene dificultades al hablar con el taxista, pues no le sale vocabulario y no tiene soltura. Y esta situación le es muy repetida durante los primeros meses. Juan sabe conjugar bien, pero no qué verbo; sabe detectar una pasiva, pero no cuándo usarla; sabe la diferencia del past simple y el perfect, pero no le sirve de nada a la hora de comunicarse con su nuevo entorno, pues le faltan recursos clave para ello.

Juan es, como los jóvenes de su –de nuestra- generación, víctima de un método educativo que no se centra en un aprendizaje que abarque todas las competencias lingüísticas (oral, escrita, etc.) para poder expresarse, hacerse escuchar, hablar inglés; sino que aburre a los alumnos a base de repetir como loros una estructura y unas normas y que les marca como objetivo el aprobado y no el “entendido”. Este es un aprendizaje que, en definitiva, no valora que la lengua es un ente cambiante, vivo, que está al servicio de sus hablantes. Por lo tanto, es importante no olvidar que una lengua es una herramienta para comunicar y que lo primordial a la hora de aprenderla es que hacerse entender en esa nueva comunidad lingüística para poder interactuar.

Mireia beca100

Mireia García Sevilla