Lo bueno dura demasiado poco
Hola, soy Irene Pereira, becada al 100% para viajar a Irlanda del Norte (Reino Unido), concretamente a Derry, desde el 27 de julio hasta el 10 de agosto. Los cursos Venairlanda nos ofrecieron una maravillosa oportunidad que nos dejó del todo asombrados. Hicimos amigos en el aeropuerto, tal vez por eso en cuestión de minutos me sentí integrada. Conocí a fieles compañeros y amigos de aventura con los que seguiré manteniendo el contacto desde Vilagarcía de Arousa.
Mi primera impresión de Irlanda fue que iba a pasar algo de frío en los días siguientes, pues a pesar de las advertencias había metido en mi maleta gran variedad de pantalones cortos, faldas y camisetas. En Derry la cosa no mejoró, ya que fuimos bienvenidos por una lluvia muy similar a la gallega. A pesar del clima, mi mente se centró en la belleza del pueblo que nos recibía. Me sorprendieron sobre todo las pequeñas casas, organizadas en barrios, y los edificios más emblemáticos, en donde se mezclaba la tradición con las modernas infraestructuras. Sin duda, un paisaje digno de ver.
La familia llegó muy puntual, como se suponía del tópico británico. Entré en el coche por la puerta del conductor, originando las primeras risas para romper el hielo. Fiona, la madre, y Niamh, la hermana mayor, nos hicieron sentirnos muy cómodas. Hablo en plural porque compartí alojamiento con Ana, amiga que ya conocía de mi ciudad. Ya en casa, nos presentaron a Damien, el padre, y a su hija pequeña, de 12 años, Bronagh. Hablamos con ellos hasta que no pudimos más y quiero pensar que causamos buena impresión. Nos hospedamos en una habitación bastante amplia con baño particular, que creo que en sus días perteneció a Niamh.
A la mañana siguiente fuimos por primera vez a la escuela, donde el nerviosismo continuaba, pues nos iban a dividir en grupos. ¡Ojalá las clases del instituto fuesen así! Míchaél proponía actividades muy amenas con múltiples reflexiones y debates, donde dejábamos volcar nuestra imaginación y poníamos de manifiesto nuestra soltura a la hora de expresarnos. Hicimos graffitis, banderas, diálogos e incluso varios posts para un blog, donde todos colaboramos para intentar hacerlo lo mejor posibles.
Aun así, sin duda, lo mejor llegó a las tardes, en las “free evening”, donde tuvimos libertad para visitar la ciudad y sentarnos en un banco del Guildhall, plaza central, que tantos buenos momentos nos dio. El viaje estuvo marcado por las continuas visitas al Poundland, supermercado, donde vendían desde chicles y fruta, hasta paraguas.
Durante esta maravillosa quincena realizamos dos excursiones. La primera fue a “The Giant’s Causeway”, donde disfrutamos de un increíble paisaje y de la naturaleza en todo su esplendor. Allí nos sacamos las primeras fotos en grupo, que debido a la lluvia y el viento, no salieron demasiado bien. La segunda salida fue a Belfast. Tuvimos el placer de ver el desfile del Día del Orgullo Gay y de pasar la tarde de compras en numerosas tiendas de aquella gran ciudad. De nuevo, a pesar de ser un sitio céntrico, continué apreciando ese toque tan característico irlandés en todas sus edificaciones.
Los días con la familia no se quedaron atrás respecto a diversión. Nos llevaron a infinidad de lugares, como a unas cataratas entrañables o al lugar donde se grabó parte de “Star Wars”. También hicimos varios picnics en su casa de vacaciones, que alquilaban por días.
Día tras día, ganábamos confianza y aprendíamos cosas nuevas del pueblo, del idioma y de sus gentes. Poco a poco nos convertimos en una gran familia y nos acabamos sintiendo como en casa.
Lo bueno dura demasiado poco y en mi cabeza aún sigue presente la imagen de la última cena, en el “Apache” y de los últimos momentos en el avión.
Todavía no me creo que me hayan dado esta oportunidad que he disfrutado al máximo y doy gracias a las casualidades del destino que hicieron que mi profesora del instituto me hablase de esta beca, ya que las experiencias que viví en Irlanda, ocuparán un sitio de honor entre mis recuerdos.
Me despido dando las gracias de nuevo a la organización, por confiar en mí, por atendernos con cariño, por subvencionar proyectos, por demostrarnos que nuestro trabajo vale para algo. Gracias al esfuerzo de gente como vosotros se logra mejorar la sociedad y crear cultura.
Mi más sincera enhorabuena, un saludo.
Irene Pereira Reboredo