La verdad es que siempre vi difícil que me dieran la beca de Eurolingua
La verdad es que siempre vi difícil que me dieran la beca de Eurolingua, pero el caso es que nunca perdí la esperanza. Y aquí estamos, después de dos semanas en Irlanda, llenas de inglés, amigos, viajes y experiencias inolvidables.
Hay que decir que cuando llegué estaba muy perdido, sobre todo porque yo llegué el último, y no tenía ni idea de qué se supone que tenía que hacer para llegar al colegio al día siguiente. Gracias a Dios que me encontré esa misma noche con uno de mis compañeros de habitación, que me orientó un poco. Pues ya veis, así comenzó mi andadura por Dublín, llena de inseguridad y miedo, y eso, quieras que no, me hizo espabilar.
Aunque yo esperaba estar en un nivel más elevado, lo cierto es que las clases con mi profesora Roisin, una mujer extraordinaria, fueron increíbles: aprendimos muchas cosas, hablamos siempre en inglés, y el tiempo, casi siempre, se pasaba volando. Después de las clases, nos íbamos los amigos a relajarnos y a comer al parque que había al lado del colegio, unos con su comida, y, otros, con el mítico bocadillo de 2.5 € del Londis. Más tarde, a las dos, nos íbamos a las excursiones que organizaba Eurolingua, donde aprendimos mucho más de la historia y cultura irlandesa. Sin embargo, y esto no lo niega nadie, los mejores viajes fueron los del fin de semana: The Giant’s Causeway, Howth, Belfast y Glendalough.
Dejando la rutina a un lado, cabe decir que si uno quiere de verdad aprender inglés en Dublín, además de las clases, necesita hablar con la gente de allí. Es por eso por lo que, tuve que buscarme un poco la vida y “patear” las calles de la ciudad para hablar inglés. Y fue una experiencia realmente enriquecedora; conoces a personas, desconocidos, que charlan contigo y te ayudan, sin molestarles lo más mínimo, en llegar a cualquier sitio.
Por último, y lo más importante, es la gente que he conocido, los nuevos amigos que he hecho. Este viaje a Irlanda no hubiera sido lo mismo sin estas personas, que te alegraban el día y te hacían disfrutar cada momento de este viaje: las visitas a museos, los largos viajes en autobús, las excursiones por la impactante naturaleza de Irlanda, las charlas en la residencia después de cenar, las risas… Gracias a Pablo, a Pedro y a Cristian, los mejores compañeros de habitación que podría haber tenido, y, por supuesto, gracias a Eurolingua por darme la oportunidad de vivir estas dos semanas en este increíble país, que jamás olvidaré y que me han hecho crecer en todos los sentidos.
Carlos Lorenzo de Jaime